Adopción y
Paternidad, II parte.
La adopción es otra
alternativa para llegar a ser padres, cuando por problemas físicos como la
infertilidad de uno de los padres o por padecer la madre una enfermedad que
pudiera poner en peligro su salud y la del bebé, no consiguen engendrar el hijo
que tanto desean.
Pero la adopción es
muchas veces un proceso largo y lleno de obstáculos que los padres tienen que
atravesar, haciéndoles pasar por muchos momentos de desesperanza y frustración
como les ocurrió a Carmen Julián que tardaron casi seis años en
tener a su hija.
Esta es la segunda
parte de su historia que continúa así:
Carmen y Julián llegaron por fin a China un mes después de
que la Comunidad de Madrid diera el
visto bueno a su expediente. Allí acabó un largo proceso de seis años que estuvo plagado de problemas y preocupaciones, y dio comienzo una nueva
vida para Carmen y Julián quienes desde el
primer momento en que cogieron a Jimena en brazos se convirtieron en sus
padres.
El cuatro de marzo de 2011 la Comunidad de Madrid se pone en
contacto con ellos para enseñarles el informe de Jimena y dos fotos suyas. Por
primera vez, ven la carita de su hija y saben la edad que tiene. Se enteran de
que Jimena vive con una familia de acogida desde hace unos meses y de que pasó
su primer año de vida en un orfanato después de ser recogida por la policía en
un parque a los dos días de nacer.
El hecho de saber que la niña había sido abandonada deja un
fuerte impacto en su ánimo pero al mismo tiempo, se sentían felices con la
noticia de que, por fin, y en poco tiempo irían a buscarla.
Comienza para ellos un mes intenso de preparativos; de nuevo,
renovación del certificado de penales, revisión de todos los certificados
médicos, siete copias de todos los papeles, emisión de los billetes del vuelo,
cambio de moneda para su estancia en
China etc., y también otro tipo de preparativos que les ilusionaban más, como
la decoración de la habitación de Jimena, la ropa que la llevarían, los
pañales…
Ellos me cuentan que estuvieron bastante agobiados ese mes
porque, como me dijo Carmen, cometieron el error de no dejar de trabajar, con
lo que el poco tiempo que tenían libre, que era básicamente los fines de
semana, lo tenían que dedicar completamente a todos los preparativos.
"¡Ingenua de mí!
-decía Carmen-, que estaba deseando irme a China porque pensaba que allí
descansaría, cuando fue todo lo contrario.
Comenzaron también a contarles a sus amigos y familiares que
iban a ser padres, lo que a Carmen también la hacía pasar un cierto estrés
emocional al recibir las reacciones de la gente que no sabía nada y que por
supuesto “alucinaban en colores”.
Y llegó el gran día, el cuatro de abril de 2011, donde embarcaron en el avión
con destino a Shanghái, escala en Múnich, con doce horas de vuelo por delante y
desde Shanghái hasta Nanchang, donde al día siguiente recogerían a su hija
en el Registro Civil de la ciudad, con el nerviosismo propio de unos padres
primerizos a los que ya les ha llegado la hora.
Lo que ellos no sospechaban, ni Carmen ni Julián, es que
Jimena no se iría felizmente con ellos como si les conociera de toda la vida.
Además, aún tuvieron que poner a prueba su capacidad de control porque de las once
parejas que fueron con ellos a buscar a sus respectivos hijos solo ellos tuvieron
que esperar una hora más, que se les hizo eterna, hasta que le entregaron a
Jimena. Las niñas de los demás padres estaban allí cuando llegaron menos la
suya y el hijo de otra pareja y esta situación acrecentó su nerviosismo y
ansiedad.
Julián estaba en esos momentos al borde de un ataque de
nervios, pensando que tal vez después de todo lo que habían pasado no les
dieran a la niña y que tal vez por eso, no estuviera allí.
Carmen, que estaba más relajada, preguntó a la guía qué
pasaba, y entonces le explicaron que ya había salido de la casa de acogida y
que llegaría en seguida. Julián estaba descompuesto, no podía controlar su
estado de ansiedad viendo que todos tenían ya a sus niñas en brazos y ellos no.
Pasó un rato horroroso hasta que por fin un funcionario apareció por el pasillo
andando con Jimena que no paraba de llorar y venía con la cara llena de mocos,
las uñas sucias al igual que la ropa, el pelo cortado en “plan chicazo” y con
una bolsita con sus cosas. Julián la
cogió en brazos, la niña lloraba y no había manera de consolarla y así pasó
tres largos días llorando todo el tiempo sin apenas comer y durmiéndose de puro
agotamiento.
Al contarme la reacción de Jimena y lo mal que lo pasaron
los tres, pensé inmediatamente en qué distinto hubiera sido si se hubieran
llevado unas Flores de Bach que hubieran
podido tomar en esos momentos de gran desesperación y angustia para todos
ellos.
Para los padres era una situación completamente novedosa
puesto que no tenían otro hijo, y no estaban nada familiarizados con las
reacciones de los niños. Por otro lado, el viaje había sido muy largo, habían
descansado pocas horas, llevaban mucha tensión acumulada de los preparativos
del mes anterior, y en los últimos años habían derrochado mucha energía para
sobrellevar el proceso de la adopción lo mejor posible. Era normal que ante el
llanto sin cesar de Jimena se sintieran desolados y desbordados. Ya un mes
antes podrían haber empezado tomar una
flor de Bach, Elm, que les hubiera
ayudado a no agobiarse tanto, ni sentir tanto stress antes de salir hacia China
y que ya allí, les hubiera contenido emocionalmente para no sentirse tan
desbordados.
La toma del Remedio Rescate del Doctor Bach les hubiera
venido también muy bien a los tres. A
Carmen y Julián para relajarles,
reducir la tensión y la ansiedad del
momento, apaciguar su miedo y su angustia, y poder confiar en que todo saldría bien.
El Remedio Rescate es una fórmula preparada originalmente
por el doctor Bach pensada para situaciones de emergencia que ayuda a encajar
las situaciones traumáticas y las crisis físicas y emocionales como la que
estaba viviendo Jimena ese día al haber dejado a su familia de acogida para
irse con dos personas que jamás había visto antes.
A ella la hubiera venido también muy bien tomarla cada cinco
minutos hasta que su angustia hubiera ido desapareciendo poco a poco durante el
primer día, combinada con Rock Rose, por el estado de pánico que
padecía, Sweet Chesnut para la gran angustia que sentía y Star de Bethelem para el impacto traumático de la situación y la reparación subsiguiente
de sus secuelas. A medida que la niña
hubiera ido relajándose y perdiendo el miedo poco a poco, con tomar las flores
seis veces al día hubiera sido suficiente.
Me imagino que el lector estará pensando en estos momentos,
¿y cómo sabe de antemano qué flores debe tomar si ella (la terapeuta) no está
con ellos? Efectivamente, a ciencia cierta no podía saber cuál sería la
reacción de Jimena ni su intensidad,
pero sí que era lógico pensar que una niña de dos años que vivía ya con
otra familia con la que tendría ciertos lazos afectivos, al tener que separarse
de ella sintiera pánico, tristeza, angustia, desesperación …, y que
probablemente lloraría, puesto que tampoco podía comunicarse con sus nuevos
padres dada su edad, el miedo y la angustia que sentía y el no hablar un idioma común.
Era normal que Jimena estuviera muy asustada. El día
anterior probablemente hubiera pasado también mucha angustia al tener que
despedirse de sus padres y de su hermano de acogida.
Por esta razón, la hubiera preparado desde Madrid unas
flores de Bach para cubrir el que iba a suponer que sería su estado emocional
en el momento de irse con Carmen y Julián. En cualquier caso con flores de Bach o sin
ellas, Jimena tendría que pasar una situación muy dolorosa y estresante, pero
la toma de las flores la hubiera facilitado el proceso, reduciendo su angustia y la hubiera ayudado a aceptarlo con mayor
serenidad y rapidez.
La desesperación de Jimena era tan grande que cuando
llegaron a la habitación del hotel donde pasarían la primera noche, la niña se
quedó pegada a la puerta de la habitación con su bolsa de ropa, repitiendo sin
parar que se quería ir con mamá y con papá. No paraba de llorar, y Carmen y
Julián estaban cada vez más desesperados. Así transcurrieron los tres primeros
días en los cuales Jimena apenas dejo de llorar, y en los que casi no comió
nada.
Julián me decía, que le había prometido a Jimena que cuando cumpliera dieciocho años le contaría lo que les hizo pasar a su padre y a su madre
aquéllos días.
Carmen llegó a pensar que tal vez lo mejor sería dejarla
allí con su familia de acogida, puesto que al ver el álbum de fotos que la niña
traía consigo y que le había preparado la familia con la que había vivido, Jimena
parecía feliz. Como comenté en el
reportaje anterior, fue un momento transitorio de desesperación en el que no
podía evitar sentirse desilusionada al comprobar que todas las parejas que
habían ido con ellos tenían un bebé que lloraba de hambre o de sueño, pero que
no extrañaba a sus nuevos padres ni les rechazaba como ocurría con Jimena. Al igual que los últimos años del proceso de
adopción a Carmen la hubiera venido muy bien tomar Genciana, la flor que permite no desalentarse fácilmente, ni
quedarse enganchando a la frustración
cuando los obstáculos no dejan de sucederse, aportándola confianza y
optimismo.
Al cuarto día dejaron el hotel de Nanchang y se fueron unos días al campo. Julián pensó
que al salir de aquel hotel las cosas mejorarían y así fue.
Sorprendentemente, al
salir de allí, Jimena cambió de actitud, comenzó a relacionarse con sus padres
y con otro chico del grupo con el que parecía que se llevaba bien. Dejó de
llorar y comenzó a comer. Algún cambio interno se produjo en ella porque
comenzó a aceptar a sus padres, y a
relacionarse con ellos.
Mientras, Carmen y Julián seguían con la burocracia que el
país de su hija les marcaba, resolviendo papeles y adaptándose a su nueva vida con su hija, de
la misma manera que Jimena se adaptaba a su nueva vida con sus padres.
Días después regresaron a Madrid después de un viaje que no
puede calificarse de otra manera más que de estresante, pero, eso sí, con
Jimena en brazos, que había dejado de llorar y empezaba a reír y a dejarse
querer como cualquier niño de su edad.
Carmen regresó enferma de China, con una infección de orina
que se le complicó dada su insuficiencia renal, y por la que tuvo que estar ingresada
en el hospital durante diez días. No pudo ver a la niña en todo ese tiempo dado
lo mal que se encontraba, con lo que la adaptación a su nueva vida de mamá, ya
en su casa, tuvo que posponerse todavía un poco más.
Afortunadamente, Jimena se adaptó bien a sus nuevos abuelos
y Julián pudo ocuparse de su mujer y de su hija simultáneamente hasta que
Carmen se recuperó.
Seis meses después, comenzó a ir a la guardería porque la
baja de maternidad de Carmen se había terminado y tanto Julián como ella
decidieron que era lo mejor para la niña. La adaptación a la guardería fue
buena, como la de cualquier otro niño.
La primera semana yendo menos horas, para luego, hacer el horario completo sin
ningún problema.
Al año siguiente, cuando acabó la guardería y comenzó el colegio,
Carmen se puso en contacto conmigo para consultarme qué podían hacer para que a
Jimena no le costara tanto relacionarse
con los demás niños y que no sufriera tanto estrés cuando saliera al recreo por
el griterío de los niños en el patio. Sentía también angustia de separación al
tener que despedirse de sus padres, y todas la mañanas les preguntaba “¿pero
luego vienes a buscarme?, haciendo sentir también angustia a su madre con esta
pregunta, pues denotaba el miedo que le
causaba a Jimena pensar que sus
padres tal vez no volvieran a recogerla.
Así comencé a tratar a Jimena con Flores de Bach, la angustia que sentía al separarse de sus
padres debida probablemente a las separaciones traumáticas que ella ya había vivido
en su corta vida anteriormente.
Trabajamos su timidez y el miedo que sentía cuando estaba
en el patio del recreo rodeada de niños con Mímulo y Rock Rose , flores que aportan
seguridad y confianza a las personas miedosas e introvertidas.
Tomó flores también para las pesadillas puntuales que tuvo
durante un tiempo hasta que estas remitieron y la flor de su personalidad, Water Violet, para su carácter tímido e
introvertido, para que tuviera ganas de compartir y comunicar dado el poco interés que mostraba en relacionarse y jugar con otros niños.
Bach dijo que esta flor debieran tomarla “quiénes tanto en la enfermedad como en la
salud prefieren estar solos. Son sujetos muy tranquilos que se desplazan sin
hacer ruido, hablan poco y suavemente. Son casi libres de la opinión de los
demás. Se mantienen apartados, dejan sola a la gente y siguen su propio camino.
Su paz y su tranquilidad resultan una bendición para quienes les rodean” y como
yo misma he podido comprobar, aunque Jimena tiene solo cuatro años, hoy por
hoy, es una niña introvertida, tímida y tranquila, a la que le gusta estar
sola, y se ha convertido, sin lugar a dudas, en una bendición para sus padres, abuelos
y todos los que la conocemos.
Hay muchas otras flores que pueden tomar los niños adoptados
para sanar la herida emocional que les ha dejado el haber sido abandonados o el haber
vivido en un orfanato durante un tiempo sin el amor y el cuidado de sus padres y de las que
hablaré en profundidad en el número siguiente.
Muchas gracias Carmen, Julián y Jimena por contarme esta
historia, y permitir que la comparta con los lectores de Universo Holístico.
Mercedes
López Redero
Terapeuta
Floral Integrativa
superaoloconbach@gmail.com
Telf.
617733774
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