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La ansiedad ante la pérdida de trabajo



A estas alturas de la crisis económica, quien más quien menos ha oído decir muchas veces a familiares, amigos o conocidos : “me han despedido”, “me van a echar”, "me han bajado el sueldo”, “a lo mejor tengo que irme a buscarme la vida fuera” y un largo etcétera de frases pesimistas y desesperanzadoras sobre el futuro.


Desgraciadamente esta situación es real y cada vez hay más personas desempleadas de todas las edades que no se ven capaces de afrontar lo que se les viene encima.


El trabajo estructura nuestra vida cuando somos adultos. Es nuestro sostén económico, así como la oportunidad de desarrollarnos y de realizarnos cuando nos dedicamos a aquéllo que nos gusta.


Cuando nos encontramos en una situación como las mencionadas anteriormente donde la pérdida de trabajo puede ser tan inminente o ya nos encontramos desempleados por un tiempo nos saltan todas las alarmas del organismo: el miedo, la inquietud o la zozobra se nos disparan y el desánimo se apodera de nosotros.

Muchas personas comienzan a sentir ansiedad (miedo al futuro) y pueden empezar a dormir mal, a estar nerviosos, a tener taquicardias o incluso sufrir depresiones.


La manera de evitar enfermar y de tener que recurrir a fármacos para podernos levantar y hacer una vida normal es no entrando en la espiral del miedo y de la ansiedad. Estas dos emociones, en contra de lo que pudiera parecer a simple vista son realmente adaptativas, es decir nos ayudan a enfrentarnos a la situación de la mejor manera posible.

El miedo es una emoción que nos advierte de que se aproxima un daño físico y psicológico, en este caso, la posible pérdida de un trabajo. 

La intensidad de esta emoción depende de la incertidumbre sobre la situación.


La ansiedad hace referencia a la anticipación de un peligro futuro indefinible e imprevisible. En este caso surgiría la ansiedad  porque no sabemos qué va a pasar  con nuestro puesto de trabajo ni a qué nos vamos a poder dedicar si lo perdiéramos.


Ambas, son emociones que se ponen en marcha ante la inminencia de un peligro real para ayudarnos a escapar y, por tanto, nos tendrían que ayudar a buscar soluciones alternativas para seguir adelante en lugar de paralizarnos.

Deberían servirnos para ayudarnos a buscar otro trabajo, aunque ello supusiera cambiar radicalmente de vida, ya que en este caso, el miedo cumpliría una función motivadora relacionada con la supervivencia.


Sin embargo, por desgracia, muchas veces ante la posible pérdida del trabajo sentimos un miedo tan intenso que en lugar de ponernos en marcha para resolver la situación, nos bloqueamos sintiendo un gran desasosiego y una preocupación tan grande por nuestra seguridad  y la de nuestra familia que podemos llegar incluso a la pérdida de control y a la ansiedad más desbocada.


La terapia floral puede ser el revulsivo que nos ayude a evitar entrar en el túnel de la desesperación o que nos ayude a salir de él cuando no vemos la luz al final del camino.


Los terapeutas acompañamos a las personas que desean tomar flores de Bach en la difícil y a veces tortuosa senda de encontrar de nuevo el sentido y la dirección de nuestra vida, cuando estamos perdiendo o somos ya desempleados y todo parece desmoronarse debajo de nosotros, sintiéndonos incapaces de afrontar la situación y de salir adelante.


La toma de  flores de Bach nos permite transformar esa ansiedad tan desproporcionada y dañina en una ansiedad normal que cumpla su verdadera misión, que es la de movilizar recursos  para solucionar lo que nos preocupa, en este caso, la búsqueda de trabajo, haciendo todo lo necesario para evitar riesgos, asumirlos y afrontarlos adecuadamente.


Durante la terapia, el terapeuta puede ayudar a explorar los miedos reales que tiene la persona y a expresarlos adecuadamente para que no nos paralicen y nos impidan buscar soluciones. El miedo a quedarse sin trabajo y a perder poder adquisitivo o a dejar de tener una fuente de ingresos no es el único miedo que siente la persona. Puede tener miedo también a no saber a qué dedicarse en el futuro, a quedarse demasiadas horas en casa, al aislamiento, a la soledad, a dejar de tener vida social, a que las cosas empiecen a ir peor con su pareja…, cada persona es un mundo y los miedos de cada uno son completamente personales.


El terapeuta tratará el miedo de cada persona de manera diferente, porque no importa lo que nos pase externamente sino lo que a nosotros nos está haciendo sentir por dentro. 
  

La terapia ayuda a la persona a darse cuenta de lo que le está pasando internamente para poder enfrentarse a lo que ocurre fuera, en su trabajo o en su vida, sin caer en un estado depresivo o de ansiedad.


El terapeuta después de conversar en profundidad con la persona, recomienda la toma de determinadas Flores de Bach que le ayudarían a armonizar todos sus miedos y desequilibrios emocionales, pues las flores transforman las emociones negativas en la cualidad opuesta. Así, el miedo intenso que nos paraliza se transformaría en coraje y fuerza para seguir luchando. 

El resentimiento y la rabia por lo que nos ha pasado, daría paso a la fe y la esperanza por encontrar algo mejor y poder cambiar incluso un estilo de vida que ya no nos satisface.


Hace poco, una mujer, en consulta me expresó nitidamente este sentimiento de esperanza: no me importa tanto quedarme sin trabajo porque aquí ya no puedo avanzar más, y el trabajo me está resultando muy tedioso. Tengo ganas de buscar otra cosa que me realice más, y sé que puedo conseguirlo”


Cuando nos sentimos bien y fuertes, como es el caso de esta mujer, podemos dirigir nuestra vida sin miedo y buscar soluciones a nuestros problemas teniendo la certeza de que aunque una puerta se nos ha cerrado, otras muchas pueden abrirse.  


Decidir hacer una terapia cuando nos  encontramos en un callejón sin salida es, sin duda, la mejor inversión que podemos hacer en nosotros mismos para no naufragar cuando la tormenta se avecina, y para mantener a raya al verdadero enemigo al que nos tenemos que enfrentar: el miedo y la ansiedad.  

Artículo publicado en la revista Universo Holístico, Nº 66 por Mercedes López





                                                                                                      

                                                                         

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